Sonriendo

Sonriendo
Buenos días!!!!!!!!!!!!!!!

29 noviembre 2007

La primera mujer excepcional de este blog.

El cielo de Oaxaca, tiene los colores más bonitos de todos los cielos. De verdad. Al atardecer el Crestón se recorta impasible, el Fortín orgulloso eleva a Juárez, y la Sierra de Guelatao, se cubre con un rebozo de nubes casi como las mujeres tímidas de allá. En la esquina que hacen las calles frente a la Gasolinera del Dif, cruzan presurosas, afligidas esas mujeres, tan fuertes, tan dulces. Tan calladas. Llevan ramos de flores, venden en la tarde, en la noche, en la mañana, siempre. Flores hermosas: alcatraces, juanitas, claveles, siemprevivas. Gardenias, orquídeas. Al amanecer bajan desde los pueblos, vienen desde los valles. Orgullosas de su herencia, amarran sus trenzas sobre su cabeza, y con el rebozo terciado en la espalda acurrucan en su pecho al niño. En una mano cargan la venta y con la otra ofrecen sus flores. Siempre se me ocurre pensar si desayunaron. O sí fieles a la costumbre, dejaron el bocado para sus hijos. O para el marido. Ya bajo el vidrio del carro, no puedo mirarlas de frente. Si pudiera compraría todos los ramos, pero su solución sería solo por este día, y el mañana vendrá con sus propios pesares. Tantas caras, tantos problemas. Pero hoy el mío, solamente alguien me lo resolverá. ¿Y si no? ¿Y si...? No, no puede dejarme así. Ya dejé a alguien en esta ciudad. Yo amaba Oaxaca. Ahora me trae tantos dolores. No puedo pensar claramente. No puedo. Ella está allá, que no abra ninguna puerta. Por favor, todavía no. Me postro a los pies de él. Ya está, con imploración, devoción, fé ciega, con toda el alma pedí por ella. Afuera está la gente todos respirando con cuidado para no molestar al vecino, así está la iglesia llena de gente que viene arrobada a pedir, a rendir respetos a nuestro señor del Rayo. Más allá de todo entendimiento, miramos su imagen, sus rostro sangrante, y no sé porqué creemos que ese pobre hombre sufriente es nuestra solución. Yo me incluyo en el grupo multicolor, y con mi rebozo verde, corro a verla. No hay mucho que hacer. Hay que esperar, esperar un día, dos, tres, quince días. Cuando por fin abre los ojos, puede tratar de preguntar , de hablar. Le canto con mucho amor, pero con dolor, por verla así llena de tubos, sondas, de dolor, con una aparato. Mujer hermosa, alta, de piernas blancas, dedos maltratados por el daño renal. El rostro no presenta emociones, y los ojos que tanto amé parecen muertos. Nunca hubieron noches tan amargas en mi vida. Nunca desee tanto la fé que me decían las monjas que había que tener a tu angel de la guarda. Creía que la religión era un invento para controlar a la gente. Solo este dolor, esta incertidumbre valida el hecho de depender de algo superior. Solo el dolor de perder un hijo te hace creer en el mas allá, en Dios, y empiezas a mirar a la muerte , de reojo. Ella camina, se pasea, altiva,. Con un vestido negro, voltea, mira mi ojos y sonriendo se va. Por fin, salió del coma. Las sesiones de hemodiálisis empiezan a drenar los líquidos, los riñones han sido recuperados. Dios, grande es Dios. Solo su voluntad ha permitido este milagro. Hoy es día de los fieles difuntos. Xoxocotlán, rebosa de gente, los cuadros hechos con arena, estan en todo el atrio de la iglesia. Todos no sabemos que decir, en el carro, nos miramos con silencios largos, la música llena el espacio. Silencios largos. Así empezó todo. Con huecos que nadie sabía llenar. ¿Que no entienden, que no saben que no quiero ver a nadie? Antes de esto esos gritos se escucharon en la casa tantas veces. Nadie entiende que pasa. La noche oscura, y fría de octubre nos acompañó afuera del hospital. Caminando a grandes trancos preguntamos que ocurría, desde Salina Cruz hasta Oaxaca, la ambulancia me escuchaba preguntar porqué? Pero lo peor era contestar porque. Si decía descuido era hipocresía. Y si me sinceraba conmigo era terrible. Bendita sea la culpa. Él puente del Boquerón esmi única referencia en la carretera. Oaxaca, está tan lejos, solo allá existe la esperanza. Al salir del hospital las enfermeras me abrazan y me confortan. También me dicen que hay que ser fuertes. Todo pasa como si fuera de alguien más y no mío. Ella no me ve, no sabe que voy ahí. Como dormida.

27 noviembre 2007

Tapachula, y el tren.

Parece como si el tren fuera la columna de esta región. En este viaje conoceré Tapachula. Dicen que es grande, tiene edificios y salas de cine. O mejor aún, esta cerca de Guatemala, y podré ver esas telas tan diferentes que se venden por yardas. El tren atraviesa como un hilo de humo las huertas en Chahuites, a los lados del tren los mangales vuelven verde todo. Asoman los últimos mangos oro con cachetes colorados, los cotorras vuelan en grupo y hacen escándalo de voces mezcladas. Las hojas del mango oro son verde oscuro y brillantes, y las del mango piña son delgadas y mas opacas. Al final de la temporada son los últimos en producir.
En casa quedaron mis padres y mis hermanitas. Mis hermanos ya salieron del pueblo todos salimos de allá con dos corazones. Sí, yo nunca quise separame de mi madre, pero hay tantas necesidades. No puedo llevarme el bocado, pensando que ella deja de hacerlo para nosotros. Nunca habla de eso. La vida de la familia de campesinos es dura. Cuando los mangos tienen fruta es un poco mas sencillo. La temporada de lluvias cambia todo. La entrada a la huerta se vuelve imposible, los zancudos se reproducen mas, y el mango se llena de una plaga terrible de gusanos y ya nadie lo compra. La vida cuesta más. En Tapachula mis tías me enseñaran a trabajar, yo aprendí a hacer ropa, he cosido mis vestidos de vuelos y crinolinas y me siento joven y muy bella. Soy mas alta que la mayor parte de las mujeres que conozco, me siento diferente a ellas. Yo sé que soy diferente, pues me inquieta este mundo nuevo. Y no veo mi vida esperando a que cambie de acuerdo al mango y al clima, mis amigas me miran burlonamente pero no me importa. Allá quedó mi pueblo, en medio de cuatro cerros, con el río ancho, bravo cuando agarra agua y amoroso allá por Paso Hondo, llenando de vida a los mangos, a las milpas, lleno de bagres, mojarritas, popoyotes y piguas (langostinos). En su paso por mi pueblo deja su razón y le da vida a las matas de plátanos, a los mangos, a los pueblitos, a los ranchitos. Las vacas me miran desde fuera, ya estamos en Chiapas, puro llano. Pastura, verde y vacas, muchas vacas de color rojizo, cebú, y suizas. El aire huele a tabaco, a café. Que tierra tan rica, aquí venden queso de muchos tipos. Los hombres que abordan el tren, miran algunos tímidamente, otros con descaro. Observan, que manera de hacer sentir a las mujeres como una cabeza de ganado. Bueno para quien busca una vaca... Solo se le da una nombre, vaquero, toro o .... Ja, ja, ja¡
Con una paz infinita los ojos confiados de una vaca me miran, mueve pausadamente su cola, y se voltea. Así me va a recibir Tapachula, sin emoción. Soy yo una más de tantas gentes que buscamos otro futuro, otra vida. Más gente entra al tren. Allá suena una marimba, estamos cerca de Tapachula, que calor¡ Este calor es húmedo, se pega al cuerpo, y se siente como una tela adherida al cuerpo. La humedad, el bochorno, dentro de este vagón lleno de gente, de comida. No importa, ya estoy en Tapachula. Es tan grande, tan hermosa. Están mis tías esperándome. Con sus trenzas amarradas con listones color dulce, me miran me abrazan con tiernos besos me dicen que estan felices de verme, y buscan adivinan en mi rostro los rasgos de su hermano. Ellas si se parecen a mi papá. El pelo negro hace un pequeño fleco, con ondas perfectamente marcadas, son hermosas. Morenas, delgadas, con risa franca y voz bien clara. Son diferentes a las mujeres de mi pueblo. Tienen algo diferente. La ropa es como la mi madre, sus faldas son largas, traen su huipil de flores, flores gigantes combinando colores. Matizando, graduando y haciendo un cuadro que no puedo dejar de ver. Mi madre no me vistió así. Yo uso vestidos, como la moda de ahora. Aunque me gustan la nagua y el huipíl, no podré usarla nunca como ellas. Se mueven en sus faldas y parecen tuviera su propio ritmo, como florecitas chiquitas, (farasita, decia mi madre), vamos caminando y hay tanta gente de tantos lugares. Mujeres con ropas blancas y mirada baja. Mujeres menuditas con la cara que deja no comer bien. Mujeres con el dolor que deja ver a los hijos creciendo sin esperanza mas que la pobreza. Dolor por todos lados. Dolor de pobres. Yo fui a la escuela, pero en casa se necesitaban manos, manos que ayudaran a criar, a cuidar a mis hermanos. Deje la escuela, los cuadernos, pero cuanto libro, periódico,revista, cayó en mis manos, fueron leídos con trabajo pero siempre me dieron ganas de saber que había mas allá de las huertas, de la carretera. La carretera es nueva, ancha y los carros pasan de cuando en cuando.

24 noviembre 2007

El mar

El viento en Diciembre es frío. Hasta el mar se vuelve gris y frío. Cuando amanece el tren pasa rápido y si no me apuro no podré vender en Arriaga. Que frío hace¡
Mi niño tiene seis meses de edad. No tengo veinte años y mis tres hijos necesitan tantas cosas, solamente allá venderé el camarón que pescó él, mi esposo. Los niños me miran con lágrimas en los ojos y suben todo rápidamente al tren, ya están arriba los canastos, las redes de calabazas y el tren empieza a andar de nuevo. No¡ Abajo quedó la canasta donde está mi niño. De un salto caigo desde el tren andando. No pasa nada, ya tomo al bebé en mis brazos, llora desesperado y lo abrazo. Después la negrura. No sé donde estoy. No me reconozco. Las vendas en mi cabeza y brazos me dicen que si pasó algo.
La niña, mi pequeña Dora, llora al mirarme, Patricio mi hijo y Ernesto mi amado con mi bebecito están junto a mí. Dios mío¡¡ Casi no los distingo, otra vez la negrura, no sé que me pasa. Realmente siento morir.
Hay tanto tiempo para vivir, para cuidar a mis hijos. ¿Quién enseñará a Dora como vivir? ¿Quien esperará a Ernesto cuando salga a pescar? ¿Quien cuidará a mi pequeño bebé, a Patricio?
¡La negrura y el dolor están ahí y no se van!
Las pocas personas que quizá ayuden a mis hijos también tienen los suyos. Realmente no creo que esto dure mucho, ¿y si me levanto?
Afuera el olor de los nanches inunda todo, los pescados al sol, las redes secándose. Ernesto me cuida, con amor. Está agotado, no puede hacer todo. Debe pescar, cuidar a los niños, la casa y el bebé no deja de llorar. ¿Cómo vender el camarón, los pescados?
Ya está, debo levantarme, Dora está sentada junto a los tulipanes (hibisco), meciendo al bebé , Patricio está con Ernesto limpiando la pesca del día y un gato los sigue, la luz se refleja en el agua, como monedas, como los cristales de los aretes. El aire agita los carrizos, el ruido del mar, el agua cortada por las lanchas, todos los ruidos se encuentran en uno solo.
Al fin estoy entre ellos, respiro con gusto el olor del mar, de los pescados, el olor de la vida.
Sé que el día que tenga que irme, lo último que tendré será la mirada de mis hijos, el gusto a sal de los besos de Ernesto y este calor del sol mezclado con el mar. Junto al mar, dador de vida aquí quedaré. ¿hasta dónde llegará mi sangre? ¿Tendrán tiempo para cumplir sus sueños? ¿Valor para llegar sin sufrimiento al final?
Es tan difícil desprenderse de la vida, de la luz, de lo brazos de mis niños y de Ernesto... sabiendo que nadie tendrá cariño para ellos pronto, que esta vida es dura, cruel . Como es a veces el mar.

23 noviembre 2007

Alta Luz

Me llamo Juana, nací en Comitancillo, creo que en 1870. Mi pueblo está adormecido junto a un río que en las tardes de calor se mece con una brisa mustia, y que riega las milpas, los cocos y se cubre con trapos blancos desde el mediodía cuando bajan las mujeres a lavar la ropa. Mi mamá, una mujer alta y hermosa, con ojos color café, como el barro de las ollas de allá. Cuando fui niña conocí el tren fui a Tehuantepec, a Puerto México, a Unión Hidalgo y en el camino real decían aparecía el espanto. En el mismo tren llegué aquí. Hace calor, y todo parece ahora un sueño.
En la tarde, cuando el cielo está rojo, tengo tiempo de extrañar a mis padres...
Estoy tan lejos de ellos. Si estuviera en el otro lado del mar casi sería lo mismo.
Solo puedo salir de aquí en caballo. Esto es casi como el otro lado del mundo. Cerros, cerros y hasta allá el mar.
Cuando me convencían de venir, decían que era un lugar casi como Guevea. Mintieron. Es un rancho, muy grande y feo. Y mi esposo, tan grande como él, mi padre es más joven aún. Sin embargo ahora estoy sola mi madre no está. Y yo ahora me casaré con este hombre aburrido, feo y torvo, como mirada de ebrio.
Debo ser la señora y cuidar de quien sabe cuantas gallinas, patos, marranos, ay...
Se debe elaborar el jabón, las candelas, vigilar los quesos, la carne; y tantas manos que no saben hacer nada. mi único consuelo es esperar casi un año para ir a mi casa. Esta jamás lo será.
En el pueblo que está mas cercano hay bailes, a la luz de las velas, mechones o quinqués. Ahí luzco mis hermosos vestidos que me compraron en Puerto México. Tafetas, sedas, mantones y mis botines que descubro al montar en el caballo. Soy una señora, pero no tiene sentido pues aún tengo 22 y mi corazón se desboca al ver a los hombres jóvenes, pero no sé nada de ellos pues pronto murió mi esposo. Dicen que de congestión alcohólica. Yo creo que de celos, celos desesperados pues se acabó su copa de vida rápido y quería de la mía. Nunca lo pude amar, como amar a un carcelero?
Estoy ahora bailando con un guapo, apuesto soldado. Las luces engañan, no es atractivo, es más bien feo como una tuza, pero que bien baila. Ahora otro giro, mis botines de piel que mi madre me compró en Tehuantepec, se raspan pero no importa bailo y la sangre canta en mis venas. Que importa Alta Luz, que importan seis niños, sentados en fila en la banca allá fuera del baile, comiendo paletas y jugando canicas, bailaré y después seguiré cuidando el rancho ya que (en hora buena) me dejó else buen hombre.
El amor llegó de nuevo a Alta Luz, ahí el hijo de mi amor. Bien pronto se fue, el niño no sobrevivió a este clima inmundo.
Ya no me queda mucho tiempo, esta enfermedad me consume, nadie sabe que es.
Estoy en Salina Cruz, que ruido, el olor del mar me llena, me intoxica, me hace vivir: Hay chinos, mujeres con faldas rojas, y tehuanas que hablan zapoteco, juchitecas que miran a mis hijos y chancean con ellos. Todos son hombre muy guapos, los hijos de Leonardo y míos.
Alta Luz, esta mas rica que nunca, tengo varias cabezas de ganado, varias hectáreas de plátano, mangales, he sembrado mucho maíz. Y compran desde México toda mi cosecha desde mucho antes que se corte. También tengo algodón. Bien claro me quedó como trabajar. Me siento casi una matrona romana, mis hijos guapos gallardos y corteses herederan todo, solo falta Quintilius, murió y con él la dicha del amor para mí.
En fin, moriré creo aquí en Salina Cruz, nadie sabe que carajos tengo. Ni hablar de regresar a Alta Luz. Ni muerta. Menos a Comitancillo, me quedaré frente al mar, el mar esquivo que solo veía en días sin nubes desde allá en el cerro de La Mata.
Tal vez, algún día mi sangre vuelve a correr y regresé aquí.

Mujeres excepcionales 23 de Noviembre 07

-Má, no existe la muerte es solamente una sala blanca con muchas puertas... Como un quirófano, limpio frío e impersonal. Así dijo la primera mujer excepcional de este albúm.
-Porqué?
-Mientras dormía, me ví en esa sala... ASí supe que era la muerte, una espera. Esperando abrir una de esas puertas, pero francamente la flojera me impidió abrir. Nos reímos de esa ocurrencia y concluímos esa conversación.
La muerte es el fin de todo?
Quedará siempre la memoria, la memoria de quienes vivieron a tu alrededor y fueron tocados por tu magia, entonces no es el fin, es el principio de algo diferente. Por ej. las caminatas con el mar a un costado, a pleno rayo de sol, riendo y platicando. En fin, viviendo. Siempre estará la memoria de Cachito, que hará vivir nuevamente a la hermosa adolescente que amó. Las amigas que reían de tus ocurrencias, los novios que tuviste y todos quienes tuvimos la suerte de amarte.

Una mujer excepcional

Cuando era muy joven me preguntaba si el tiempo tenía memoria. Los recuerdos a donde van? Y entonces llegó una canción de Silvio Rodríguez que decía a donde van...etc. Supongo que el ser humano almacena en su adn, o subconsciente todas las memorias de sus generaciones anteriores tal como estímulos para la evolución. Supongo, que ahí están las experiencias de las generaciones previas. Mientras tanto siento la necesidad de recordar a esas mujeres excepcionales que conocí desde que era una niña. Sea pues este un albúm, un collage de imágenes de esas mujeres excepcionales.

Mar muerto

Mar muerto
Cerca de San Mateo